Enlace al artículo del Diario de Alcalá: Cita en Alcalá por la República
Discurso completo pronunciado en el acto por M. Guillet, de la agrupación alcalaína del PCE:
Antes de ayer, algunos de los aquí presentes estábamos en la sede de CCOO.
Allí se había instalado, por un día solo, una exposición elaborada por la Asociación de Hijos e Hijas de los Represaliados del Franquismo; una exposición sobre los logros de la II República, frente a la brutal represión y la marcha atrás que supuso la llegada al poder de las fuerzas de la reacción para el conjunto de los hombres y las mujeres del pueblo de España.
Cada vez que hay una exposición sobre la República, cada vez que se edita un nuevo libro sobre el exilio español, cada vez que testifican estos ancianos y ancianas que los fascistas y el régimen franquista calificaban de “rojos”, cada vez que en París, Méjico, o en cualquier pueblo de las dos Cataluñas, se celebra un homenaje a los combatientes y guerrilleros republicanos, cada vez que en pequeños pueblos de toda la geografía española se instala - no sin dificultades - una placa en recuerdo de la ejecución de combatientes republicanos, de trabajadores del campo, del maestro de la escuela, o de familias enteras en las cunetas de su propio pueblo, cada vez que se ven estos monolitos que recuerdan el hacinamiento de cientos de miles de republicanos en los campos del sur de la Francia de Vichy o los de Franco , o la deportación de miles de defensores de la República, cada vez que se ve, se lee, o se escucha algo al respecto, uno no puede dejar de pensar: ¿Cómo estos hombres y estas mujeres de izquierdas, todos y cada uno a su manera siendo luchadores por la libertad, la justicia y la igualdad, no han sido elevados ya al rango de héroes nacionales?
Cuando uno se pasea por las calles de las ciudades españolas y presta un poco de atención, y hace memoria, puede ver como muchas de ellas siguen llevando el nombre de verdaderos carniceros de la casta militar golpista. Cuando uno abre un libro de historia de España, casi siempre encuentra un análisis sobre el deterioro del clima político durante la República, la cual habría provocado el inevitable estallido – un término casi mágico que ningunea el papel de las fuerzas socio-políticas enfrentadas - de la guerra civil. Cuando uno pregunta a un alumno de instituto si ha llegado a estudiar la guerra civil, rara vez obtiene una respuesta positiva, y no son pocos los que apenas saben lo que sucedió, o que fuerzas sociales y políticas se enfrentaron, o por qué. Lo mismo pasa en la televisión , donde impera el recurso a una historia truncada, simplificada, y que equipara el poder legal y legítimo que emanó del pueblo a las fuerzas golpistas que querían defender sus intereses: los terratenientes y los capitalistas apoyados en su lucha contra la clase trabajadora por la iglesia y los militares golpistas.
Ahora bien. Algunos dirán que todo se andará, y que aún falta tiempo para que se cierren las heridas. Lo que pasa es que no se pueden cerrar sin que haya justicia. La memoria, en este tema, no basta. Homenajes ambiguos como juntar sin decírselos a una exfalangista de la División Azul con un excombatiente republicano y de la resistencia antinazi, programas o series de televisión edulcorados, y una ley de memoria que ha mostrado sus límites – ¡y como! - con el caso Garzón, no sirven para lo esencial.
Desde el Partido Comunista y el Foro por la memoria, no pedimos limosna ni lagrimones: exigimos justicia y reparación para los afectados por la represión y sus familiares; exigimos que todas las fosas se abran por iniciativa del Gobierno. Exigimos que los culpables de crímenes paguen por sus actos, porque los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Exigimos que se enseñe en clase lo que realmente provocó la guerra civil, que fue un golpe militar fomentado por las clases pudientes, apoyado desde el extranjero contra la voluntad del pueblo, en un contexto internacional de enfrentamiento a muerte entre el fascismo y las fuerzas de la emancipación humana. Exigimos que las leyes quiten cualquier tipo de legitimidad al sistema franquista y que los valores republicanos dejen de ser tolerados para pasar a ser la esencia misma del sistema político del Estado Español.
Sobre este último punto, los defensores de la actual monarquía parlamentaria española nos contestan que la Constitución del 78 recoge los elementos fundamentales de cualquiera de las democracias occidentales que nos rodean, inclusive las republicanas. Puede ser, pero siguen olvidando lo más importante: en la persona del rey sigue existiendo una figura política, social, moral, que está por encima de la ciudadanía; su poder, heredado de la figura paterna o de cualquier otro dictador, es bien real, e inamovible. Es una parte completamente opaca del poder, y es garante de que las cosas no pueden cambiar más allá de lo que él considere admisible. Si el rey lo es por decisión divina, ¿Cómo va admitir nunca que se quite el crucifijo presente en la toma de posesión de los miembros del gobierno, que la Iglesia deje de recibir dinero del este Estado supuestamente aconfesional, y deje de tener un lugar privilegiado en el sistema educativo? Si este rey es una de las grandes fortunas de este país, ¿Cómo va a criticar alguna vez que los ricos puedan ser ricos basándose en la explotación de los trabajadores más débiles? Si el rey y su corte tienen tantos privilegios económicos, políticos y sociales, cómo van a admitir que todos los ciudadanos de este país seamos realmente iguales?
La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad no pueden ser un objetivo vago y lejano: constituyen tanto el fin como el motor de la lucha que las y los comunistas hemos decidido librar contra las injusticias de este sistema del cual la monarquía es uno de los pilares.
Por ese motivo, estuvimos, estamos y seguiremos estando peleando del lado de los ciudadanos y las ciudadanas que, a pesar de la autocensura imperante en los medios y en cierta mal llamada clase política, se manifiestan cada vez más a favor de un cambio de sistema político hacía la III República.
El cambio político pasa por la República; y la República pasa por la lucha social y política.
¡Abajo la monarquía!
¡Viva la Tercera República!
Discurso completo pronunciado en el acto por M. Guillet, de la agrupación alcalaína del PCE:
Antes de ayer, algunos de los aquí presentes estábamos en la sede de CCOO.
Allí se había instalado, por un día solo, una exposición elaborada por la Asociación de Hijos e Hijas de los Represaliados del Franquismo; una exposición sobre los logros de la II República, frente a la brutal represión y la marcha atrás que supuso la llegada al poder de las fuerzas de la reacción para el conjunto de los hombres y las mujeres del pueblo de España.
Cada vez que hay una exposición sobre la República, cada vez que se edita un nuevo libro sobre el exilio español, cada vez que testifican estos ancianos y ancianas que los fascistas y el régimen franquista calificaban de “rojos”, cada vez que en París, Méjico, o en cualquier pueblo de las dos Cataluñas, se celebra un homenaje a los combatientes y guerrilleros republicanos, cada vez que en pequeños pueblos de toda la geografía española se instala - no sin dificultades - una placa en recuerdo de la ejecución de combatientes republicanos, de trabajadores del campo, del maestro de la escuela, o de familias enteras en las cunetas de su propio pueblo, cada vez que se ven estos monolitos que recuerdan el hacinamiento de cientos de miles de republicanos en los campos del sur de la Francia de Vichy o los de Franco , o la deportación de miles de defensores de la República, cada vez que se ve, se lee, o se escucha algo al respecto, uno no puede dejar de pensar: ¿Cómo estos hombres y estas mujeres de izquierdas, todos y cada uno a su manera siendo luchadores por la libertad, la justicia y la igualdad, no han sido elevados ya al rango de héroes nacionales?
Cuando uno se pasea por las calles de las ciudades españolas y presta un poco de atención, y hace memoria, puede ver como muchas de ellas siguen llevando el nombre de verdaderos carniceros de la casta militar golpista. Cuando uno abre un libro de historia de España, casi siempre encuentra un análisis sobre el deterioro del clima político durante la República, la cual habría provocado el inevitable estallido – un término casi mágico que ningunea el papel de las fuerzas socio-políticas enfrentadas - de la guerra civil. Cuando uno pregunta a un alumno de instituto si ha llegado a estudiar la guerra civil, rara vez obtiene una respuesta positiva, y no son pocos los que apenas saben lo que sucedió, o que fuerzas sociales y políticas se enfrentaron, o por qué. Lo mismo pasa en la televisión , donde impera el recurso a una historia truncada, simplificada, y que equipara el poder legal y legítimo que emanó del pueblo a las fuerzas golpistas que querían defender sus intereses: los terratenientes y los capitalistas apoyados en su lucha contra la clase trabajadora por la iglesia y los militares golpistas.
Ahora bien. Algunos dirán que todo se andará, y que aún falta tiempo para que se cierren las heridas. Lo que pasa es que no se pueden cerrar sin que haya justicia. La memoria, en este tema, no basta. Homenajes ambiguos como juntar sin decírselos a una exfalangista de la División Azul con un excombatiente republicano y de la resistencia antinazi, programas o series de televisión edulcorados, y una ley de memoria que ha mostrado sus límites – ¡y como! - con el caso Garzón, no sirven para lo esencial.
Desde el Partido Comunista y el Foro por la memoria, no pedimos limosna ni lagrimones: exigimos justicia y reparación para los afectados por la represión y sus familiares; exigimos que todas las fosas se abran por iniciativa del Gobierno. Exigimos que los culpables de crímenes paguen por sus actos, porque los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Exigimos que se enseñe en clase lo que realmente provocó la guerra civil, que fue un golpe militar fomentado por las clases pudientes, apoyado desde el extranjero contra la voluntad del pueblo, en un contexto internacional de enfrentamiento a muerte entre el fascismo y las fuerzas de la emancipación humana. Exigimos que las leyes quiten cualquier tipo de legitimidad al sistema franquista y que los valores republicanos dejen de ser tolerados para pasar a ser la esencia misma del sistema político del Estado Español.
Sobre este último punto, los defensores de la actual monarquía parlamentaria española nos contestan que la Constitución del 78 recoge los elementos fundamentales de cualquiera de las democracias occidentales que nos rodean, inclusive las republicanas. Puede ser, pero siguen olvidando lo más importante: en la persona del rey sigue existiendo una figura política, social, moral, que está por encima de la ciudadanía; su poder, heredado de la figura paterna o de cualquier otro dictador, es bien real, e inamovible. Es una parte completamente opaca del poder, y es garante de que las cosas no pueden cambiar más allá de lo que él considere admisible. Si el rey lo es por decisión divina, ¿Cómo va admitir nunca que se quite el crucifijo presente en la toma de posesión de los miembros del gobierno, que la Iglesia deje de recibir dinero del este Estado supuestamente aconfesional, y deje de tener un lugar privilegiado en el sistema educativo? Si este rey es una de las grandes fortunas de este país, ¿Cómo va a criticar alguna vez que los ricos puedan ser ricos basándose en la explotación de los trabajadores más débiles? Si el rey y su corte tienen tantos privilegios económicos, políticos y sociales, cómo van a admitir que todos los ciudadanos de este país seamos realmente iguales?
La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad no pueden ser un objetivo vago y lejano: constituyen tanto el fin como el motor de la lucha que las y los comunistas hemos decidido librar contra las injusticias de este sistema del cual la monarquía es uno de los pilares.
Por ese motivo, estuvimos, estamos y seguiremos estando peleando del lado de los ciudadanos y las ciudadanas que, a pesar de la autocensura imperante en los medios y en cierta mal llamada clase política, se manifiestan cada vez más a favor de un cambio de sistema político hacía la III República.
El cambio político pasa por la República; y la República pasa por la lucha social y política.
¡Abajo la monarquía!
¡Viva la Tercera República!
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