23/4/14 Alcalá de
Henares; la Ciudad Prohibida.
Elena Poniatowska y Gabriel García Márquez |
Para los vecinos de Alcalá de Henares es motivo de orgullo que el
más preciado galardón de la literatura en castellano tenga su epicentro en
nuestra ciudad. Es la entrega del Premio Cervantes lo que convierte a Alcalá de
Henares, durante un día al año, en capital de la cultura para los más de 500
millones de hispanohablantes.
La entrega del Premio Cervantes de este año ha sido muy diferente a la de
ediciones anteriores. Es tradición que multitud de vecinos y vecinas se
congreguen en la Plaza de San Diego, expectantes a la entrada del premiado y
diferentes autoridades a la Universidad Cisneriana. Esta costumbre ha sido
abortada por un cordón policial sin precedentes en nuestra ciudad, haciendo
imposible el acceder a la Plaza de San Diego, c/ Colegios y partiendo en dos la
Plaza de Cervantes con un vergonzoso vallado que, sin necesidad de concertinas,
cortaba tajante cualquier posibilidad de tener contacto visual con los
invitados al evento.
Tras el humillante perímetro nos congregamos personas de toda clase y
condición: Amantes de la literatura, trabajadores sin trabajo, jubilados
curiosos, estudiantes sin beca, monárquicos emocionados, desahuciados sin
miedo, paseantes despistados, republicanos sin complejos, vecinos diversos de
la ciudad diversa degradados a la categoría de "estorbo". Todos
compartimos exilio y momentos de silencio donde la indignación de unos y la
decepción de otros se mezclaba con sorprendente facilidad. A todos nos quedaba
claro que nuestra presencia es prescindible para los anfitriones, que las puertas
de la Ciudad Prohibida no se abrirían para unos ni otros. El papel de
Alcalá de Henares en el Premio Cervantes es de atrezo. Nosotros, la gente, no
les somos necesarios, se nos oculta bajo la alfombra.
Callados y vigilados por un ejército policial, todos
aguzábamos la mirada, y quiero creer que no fuimos pocos los que atisbamos a
ver el miedo del poder. El miedo del inseguro, del titubeante. Un miedo
lastimero, tan mediocre que no hay frac que lo disfrace. Seguramente muchos de
los congregados simplemente venían a aplaudir, y estos les hubieran servido
para una bonita puesta en escena. Pero sin casting previo se corre el riesgo
que algunos protesten, tal vez tengan el mal gusto de sacar una pancarta
exigiendo pan, trabajo y techo. Y eso no se puede permitir, porque el poder
tiene miedo y el miedo piensa poco y permite menos. El miedo decidió que si no
podía garantizar que nadie protestara mejor prescindir de todos. Como los
enfermos de celos; es mía o de nadie, creyeron. Y empujaron a la gente lejos de
las cámaras, tras el cordón policial, tras las vallas, donde la voz no llegue
ni la vista alcance.
En el Paraninfo de la Universidad la premiada, indudable protagonista,
Elena Poniatowska, daba un excelente discurso donde rendía homenaje a las
mujeres creadoras y luchadoras, a los pueblos oprimidos y empobrecidos, a los
nadie que todo han de ser: “El
poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que resisten,
montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me
enorgullece caminar a lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.”
La mayoría de los
invitados aguardaron el final de sus palabras para aplaudir efusivamente por
exigencias del guión, aunque no compartieran el mensaje, pese a que tal vez no
lo entendieran. Mientras, en las calles, el plan dictado por el pánico del
poder se desarrollaba según lo previsto.
La enlucida campaña
publicitaria que nos vende brotes verdes no fue manchada por la realidad. El
Premio Cervantes contaba con la absoluta colaboración de aquella parte de la
ciudad que le resulta útil, la que está formada por piedra, madera y vidrio.
Excluyendo totalmente al Alcalá de Henares que late, sufre, piensa, ríe y
llora.
David Cobo
Agrupación PCE – Alcala de
Henares